lunes, 15 de septiembre de 2008

Punto y coma

Es agradable ser negro de un escritor famoso, él paga siempre los cafés y yo escribo las mayores paridas que he escrito nunca. Cuando se las doy, las ojea por encima y asiente, “esto no es lo que te pedí pero está bien, sólo tendré que hacer unos retoques”, y yo emito una carcajada ahogada, dando a entender que sé que no va a cambiar nada porque eso le supondría trabajo. Nos solemos citar en lugares donde uno nunca espera encontrar a un escritor famoso, cafeterías de los centros comerciales en el extrarradio y sitios así. Me gusta hacerle rabiar sacando a vista de todo el mundo los folios escritos y el diskette con el archivo de Word (siempre le doy las dos cosas, así se ahorra tener que copiarlo a mano en su ordenador). Me pide entonces que sea más disimulado y mira a su alrededor por si alguien le ha reconocido. “Ni que te estuviera pasando speed, gilipollas”. Mientras estoy con él fumo todo el tiempo y llevo las gafas de sol puestas, como queriendo reprocharle que yo vivo aún en el lado salvaje y él es un aburguesado farsante que se prostituye con su traje a medida, aunque ambos sabemos que las fiestas con cocaína y prostitutas se las pega él, que yo sólo puedo permitirme el tabaco y el Alprazolan con receta de vez en cuando.

El otro día le pregunté por qué venía él a entrevistarse conmigo y no su editor o su agente o algún desgraciado becario de la editorial y, resoplando como diciendo está bien voy a ser sincero, me dijo que en su editorial no sabían que contaba con mis servicios (me gustó lo de mis servicios, me hizo sentirme como 007), que no lo sabían ni siquiera su agente ni su mujer, que lo hacía por la falta de tiempo, los plazos de entrega, etc, que su método de trabajo consistía en idear la estructura de una novela y encargarme a mí las partes menos importantes para así centrarse él en las otras. “No, si ahora resulta que la novela la vas a haber escrito tú de verdad”, le dije entonces, y cuando vi su cara de enfado tuve que relajar la situación como se relajan las situaciones con todos los escritores, halagándolo: “oye, pues estoy deseando leer tus partes importantes.” “En cualquier caso”, volví a decir después de un silencio, aplastando un cigarrillo como había visto hacerlo a Bob Dylan en vídeos del año 65, “deberías contarlo en tu editorial, esto es muy común hoy en día, no se van a sentir engañados. Las mismas editoriales suelen tener sus propios negros, puedes decirles que me interesa estar en plantilla, que me sale muy bien el estilo de Cela.”
“Cela está muerto.”
“Pues mejor, hombre, no se encuentra una obra póstuma de Cela todos los días.”

Y así me van las cosas, yo cuento a todo el mundo que soy negro del escritor famoso y la gente se ríe, aunque pocos me toman en serio. He llegado incluso a estamparme una camiseta que dice: “Soy el negro de Escritor Famoso”, y debajo sale el logotipo de Dharma, que no tiene nada que ver con el escritor famoso pero me parece divertido. Lo mejor es cuando me encuentro con algún fan y éste se enfada por el mero hecho de insinuar que su Escritor Famoso usa (cuenta con los servicios de) negros. “Esas cosas se descubren enseguida, no es tan fácil imitar el estilo de alguien.” Yo respondo que qué es el estilo, que para la mayoría de escritores el estilo se limita a elegir si usan el punto y coma o no.

3 comentarios:

Morrison dijo...

Anecdota muy recordada:

Bien es sabido que quizás uno de los autores que más ser sirvió de negros literarios fue el bueno de Alejandro Dumas (Padre)autor entre otros, de lso 3 mosqueteros. Pues bien, andaba el bueno de Alejandro Dumas (padre) por las calles de París, cuando se encontró con Alejandro Dumas (hijo), vástago de este. Pues bien, el apdre preguntó al hijo "¿Has leído mi nueva novela?", a lo que este respondió: "Yo sí. ¿Y tu?"

Irene dijo...

Olé! Me gusta la idea de un negro que fabrica obras póstumas y no tan póstumas. Es una buena tela de araña.

Morrison dijo...

Feliz Cumpleaños negro.