miércoles, 24 de diciembre de 2008

Canciones hacia el futuro


Mi amiga Irene [prohibido poner un link de su blog] me ha pedido que elija una canción para celebrar el año nuevo, supongo que para un disco recopilatorio o algo así. Como de mesura entiendo poco, he acabado eligiendo dos, las dos curiosamente un poco antiguas. Las cuelgo aquí para felicitaros estas fiestas.

The Zombies- This will be our year



The Kinks- This time tomorrow



(Y 2009 será aún mejor)

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Casi conocí a una casi famosa



Una noche del pasado verano fui a dar, no sé cómo ni por qué, a la inauguración de una de esas discotecas con aspiraciones moderno-ibicencas que proliferan en la costa, el tipo de sitio donde no te dejan entrar con deportivas pero sí con sandalias. Habían contratado, supongo que como reclamo o promoción, a una medio famosa que había sido novia de alguien o aparecido en algún gran hermano, o quizá las dos cosas. No recuerdo su nombre (no es que quiera salvaguardar su identidad ni nada parecido, es que realmente no recuerdo su nombre) pero creo que me explico bien si digo que era uno de esos personajes que pululan por nuestra televisión sin oficio ni mérito conocido.

Tampoco sé por qué, pero al avanzar la noche me deslicé junto a ella en la barra donde estaba sin hacer nada (pese a ser “famosa” y el supuesto reclamo de la discoteca parecía llamar poco la atención de la gente). Nuestra conversación se centró, precisamente, en su condición de reclamo humano. Supe así que aquel era su único ingreso, que inauguraba o visitaba discotecas casi a diario y que cobraba por ello poco más que una camarera, que sus apariciones en televisión eran últimamente poco frecuentes y rara vez remuneradas, que tenía que compartir piso con una auxiliar de dentista para permitirse un alquiler en Madrid. No sé si llegué a sorprenderme por aquellas revelaciones pero mientras la miraba (tenía el pecho operado y un rostro extraño) tuve ganas de preguntarle si no creía que este mundo estaba enfermo, que nuestros conceptos de triunfo y de persona que debía ser admirada eran erróneos hasta lo malsano, ya antes cuando el triunfador era el tipo con poder y dinero, y ahora cuando el digno de admiración es el que solamente sale por la tele, sin importar si no tiene absolutamente nada o si su vida es un completo desastre. Quise decirle todo eso, pero en su lugar la invité a otra copa (supongo que hice un poco el primo porque en su contrato estarían incluidas las copas), aguanté un par de silencios incómodos, me di tiempo suficiente para empezar a sentirme perdido en aquel lugar y me marché a casa con cara de idiota.

Y ahora se me ocurre que un lector atento y antiguo de este blog se puede estar preguntando por qué todas mis historias acaban igual, siempre sin concluir, como si nada pasase en ellas, y conmigo pasmado con cara de idiota. Y se me ocurre que a lo mejor mi vida es así, que me paso el día viendo cómo suceden las cosas nimias con cara de idiota. O a lo mejor, sólo a lo mejor, mientras veo las cosas nimias convertirse en monstruos mi cara resulta ser la de un idiota.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Bolaño


“Que es como decir, muchachos, les dije, que veía los esfuerzos y los sueños, todos confundidos en un mismo fracaso, y que ese fracaso se llamaba alegría” (Los detectives salvajes)

Leí en prensa hace unos días que Bolaño está arrasando en Estados Unidos, que su novela 2666 ha sido elegida la mejor del año por la revista Time y que hasta podría ser una seria candidata para el Pulitzer. No puedo dejar de alegrarme por el éxito de un autor que está entre mis favoritos desde que leí Los detectives salvajes, que siempre vivió la literatura, y perdón por la cita, con una honestidad brutal, y que sin embargo sólo pudo vivir de ella casi al final de su vida. Su prestigio no ha hecho sino crecer desde su temprana muerte, pero en el mundo hispánico ese prestigio parece relegado al del escritor de culto, entronizado por el boca a boca, sin demasiado protagonismo en los medios ni los ámbitos “oficiales”. No piso una facultad de letras desde hace cuatro años y jamás he escuchado el nombre de Bolaño en una de ellas; allí siguen resonando Vargas Llosa, García Márquez… los popes del boom, los más modernos del año 68. No voy a cometer la estupidez de despreciar la obra de éstos para ensalzar la de otro, sigo considerando las primeras novelas de estos autores clásicos del siglo XX, pero reconozco que, exceptuando siempre a Cortázar, estos tipos con el paso de los años han llegado a caerme francamente mal, a resultarme unos plomizos más desvelados que el pobre progre Aute, unos gilipollas capaces de dejar de hablarse por su “opinión política sobre Cuba”, en fin, unos falsos y unos mafiosos aprovechados.

Yo estaba hablando de Bolaño y me voy donde no debo. Decía que me alegro de su éxito póstumo en Estados Unidos, pero hay algo en ese éxito que me resulta extraño y desnaturalizado. Para empezar porque la gran impulsora de 2666 ha sido, agárrense, Oprah Winfrey, la presentadora súper-magnate que a mí no deja de recordarme a una Ana Rosa Quintana a lo grande (en todos los sentidos). La señora Winfrey, en su talk show, tiene un club de lectura desde el que recomienda libros con tal repercusión que es capaz de hundir una novela o proporcionarle ventas millonarias (véase el caso del año pasado de La carretera de Cormac McCarthy, que llegó a hacerse con el Pulitzer tras ser recomendada en el programa; La carretera para mí es una buena novela, pero a años luz de la obra maestra de McCarthy que es Meridiano de sangre). Hay quien dirá que esto es una muestra de que en Estados Unidos están más avanzados que aquí, que en el equivalente yanqui de El diario de Patricia se recomiendan libros, y no cualquier libro precisamente. Puede ser. Pero a mí me rechina. Serán mis prejuicios, no me imagino a millones de amas de casa estadounidenses con 2666 debajo del brazo. No lo entiendo. A ese tipo de gente que vive en barrios residenciales que parecen Disneylandia y que van a misa todos los domingos me los imagino leyendo La Catedral del Mar o El Niño del pijama de rayas, pero no me los puedo imaginar leyendo a Bolaño. Bolaño fue siempre, perdón otra vez por la cita, a contracorriente, casi huyendo del éxito, destilando un odio visceral a eso que llaman “vida literaria” (hay una memorable entrevista circulando por Internet en la que le preguntan si se tomaría un café con su compatriota Isabel Allende y responde, logrando sonar cínico y modesto a la vez, algo así como para qué, qué va a tener él que hablar con esa señora). La literatura de Bolaño es una literatura de la destrucción, del ocaso, está poblada por jóvenes que queman sus vidas tras un sueño difuso, incomprensible a veces también para ellos, de niñas violadas y asesinadas, de melancólicos enfermos que se inmolan por ser literatura. La literatura de Bolaño quiere destruir el mundo de cosas ordenadas, de racionalismo y dinero, ese mundo en el que precisamente ahora está triunfando. Bolaño, por mucho que ahora venda millones y lo adornen con premios, siempre tendrá el adolescente aroma del fracaso, y siempre lo enarbolará como una bandera.







lunes, 8 de diciembre de 2008

Tiempo amarillo



Leyendo amarillo, de Félix Romeo. Un libro muy bueno pero pegajoso, con un estilo tan marcado, obsesivo a veces, que deja uno de leer y sigue pensando como si estuviera dentro del libro, como si narrara su propia vida en una carta a alguien que ya no está.

Trata del suicidio de un amigo del autor, el también escritor Chusé Izuel, en el año 92, cuando ambos tenían poco más de veinte años. No es una investigación sobre el suicidio, no es una biografía del amigo muerto, es solamente un intento de enumerar las piezas de un puzzle imposible de recomponer, de intentar saber quién era cada uno y cuánto desconocía del otro.

También yo tuve a alguien que se suicidó, pocos meses antes de cumplir los veinte. Al leer voy reconociendo en Chusé pequeños gestos a los que no di importancia en su día: los tics del suicida, un pequeño código premonitorio sólo una vez consumada la muerte, cuando el toro ha pasado y es fácil dar significado a las cosas. Me van asaltando otra vez aquellas preguntas, las que todos los que nos quedamos aquí nos hicimos sin poder responder, la sensación de no entender la historia completa, en realidad de no entender nada.

Voy enfrentándome con quienes éramos pocos meses antes de cumplir los veinte.

(También yo intenté escribir un libro sobre tu muerte.

No lo acabé nunca.)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Aburrimiento



Todos los libros comienzan con alguien que se aburre. Don Quijote inventa un nuevo mundo como modo de escapar de su mundo de mirar las horas junto al ama y la sobrina. Madame Bovary se convierte en Don Quijote por la monotonía y el hastío de su matrimonio provinciano. El punto de partida de la historia es el punto de partida del escritor: la insatisfacción de la normalidad. Aquiles se inmola en la batalla como única forma de escapar de una vida vulgar y forjarse un destino de héroe.