martes, 5 de mayo de 2009

Los niños son idiotas (Apunte de literatura juvenil)


Últimamente me ha dado por pensar en el tema de la literatura juvenil. Al instituto nos llegan a veces libros de este supuesto género, susceptibles, según las altruistas editoriales que los envían, de ser lecturas para clase. Y la verdad es que nunca me gusta ninguno. Obviamente no tengo la clave para escribir este tipo de literatura, si la tuviera ya me habría hecho rico, pero creo detectar una serie de pautas que me molestan en ellos. Básicamente, divido la “mala” literatura juvenil en dos tipos de autores: los que creen que los adolescentes y los niños son tontos, y por lo tanto escriben como si se dirigiesen a tontos, y los que creen que los niños y adolescentes son de otro planeta, y por lo tanto escriben como si se dirigiesen a seres de otro planeta.

Los segundos, los de los niños son marcianos, pecan de creer que a los jóvenes no les interesa nada del mundo de los adultos, y por lo tanto escriben cosas ajenas a este mundo. Esto les lleva a creer que hay temas específicos de la literatura juvenil, temas que posiblemente sólo interesen a los niños, lo cual provoca primero que hasta sus potenciales lectores los consideren infantiles, porque si algo he comprobado en este tiempo es que los niños no quieren leer cosas que parezcan literatura de niños, y segundo que a ojos de una persona adulta estos libros acaben dando un poco de vergüenza ajena. Pero ¿realmente existen temas exclusivos de la literatura juvenil? Rotundamente no. Hay temas de la literatura de siempre que suelen interesar más en la adolescencia, véase el compañerismo y su reverso la soledad, la libertad, la rebeldía… Temas que igual aparecen en Rebeldes, novela que me encanta por cierto (y no he visto la peli), que en El Quijote. Esto viene a decir que la buena literatura juvenil es buena literatura y punto. Rimbaud es un poeta adolescente, pero quien no disfrute leyéndolo con cincuenta años es un necio.

Los primeros, por su parte, suelen tratar los temas eternos de la literatura, véase amor, muerte, etc, desde una perspectiva simplona que raya el moralismo barato. El problema no es que sean edulcorados, que muchas veces lo son, y pasen de puntillas y con mojigatería por temas espinosos como la sexualidad o la muerte (en ningún libro juvenil en español he leído, por ejemplo, la palabra follar, como si a los jóvenes se les fuesen a caer los ojos por leerla o fuesen a pensar más en follar de lo que ya pensaban antes o, qué sé yo, fuesen a convertirse en terribles psicópatas. Sí la he leído en El guardián entre el centeno, libro que supongo se pueden considerar literatura juvenil, o al menos que entra en lo que a mí me gustaría que fuese la literatura juvenil). El problema es que estos libros creen en la obligatoriedad de ofrecer respuestas continuamente, como si estuviese permitido escribir sobre la muerte para jóvenes, pero hubiera que ofrecerles una respuesta frente a este tema, una tesis: “La muerte es parte de la vida, hemos de aceptarla,” como si acaso los adultos fuésemos capaces de aceptar la muerte, como si acaso los adultos tuviéramos alguna respuesta real frente a cualquier cosa. Sospecho que lo que estos autores creen es que a los niños hay que educarlos continuamente, que la única función de la literatura juvenil es la de formar personas mayores, y por tanto, se les debe adoctrinar en base a ciertos valores, debemos ayudarles a ser personas sanas, sin traumas ni tristezas, cuando precisamente, y perdonadme el romanticismo, yo creo que la literatura son los traumas y las tristezas. La literatura no es pedagogía, no tiene respuestas para nada, sólo preguntas y más preguntas. Por eso la literatura juvenil que me gusta(ría) es radicalmente antisocial, una literatura que hable antes de terroristas que de ciudadanos, subversiva, en definitiva, contra un mundo construido por los adultos y al que, por naturaleza, todo adolescente se enfrenta.

4 comentarios:

reginorey dijo...

Totalmente de acuerdo. Es cierto que a los chicos/as les molesta que le digan lo de literatura juvenil, cada vez que en la tienda me piden algo que está en esa sección, me miran con caras raras. Falta decir que alguna de está literatura tampoco se parece al mundo de los adultos. Ayer leí un libro de que iba sobre un chico al que todo le daba miedo, entre otras cosas, su compañero de pupitre llamado Sansón, bien, la manera de hacerse amigo de Sansón es llevándole un día una pera a la hora del almuerzo y según el libro Sansón le da una manzana. Vamos, totalmente irreal, los niños ya no comen fruta y si le llevas al matón de tu cole una pera para hacer las paces, seguramente te lleves una piña en toda la cara, que hasta yo se la pegaría al repelente Vicente, que así se llamaba el valiente niño.

reginorey dijo...

Madre mía, las faltas es por la prisa, ni "está" con tilde ni ese "de que", en fin, todo queda en familia

Irene dijo...

Pues me sumo a lo dicho por los dos... Un libro como "Demian" me parece mucho más interesante para un adolescente que "El curso en que me caí por la escalera", "Los matones de mi barrio", "El divorcio de mis vecinos"... En fin, todos esos temazos que algunas editoriales, profes y demás canon-makers, creen que otros más jóvenes (y, por ello, parece que poco profundos)deben leer.

También me parece interesante eso que comentas del afán de dar respuestas a todo, porque creo que se trata de una estrategia simplista por parte de los autores: no tengo las respuestas en mi vida, pero estos pobres desorientados están más perdíos que yo y, por tanto, cualquier cosa que les diga les vendrá bien... Vamos, que también se pontifica mucho en estos libros.

Por cierto, Regi, me mola el argumento de la novela: ¿quién era el alumno? ¿Tom Sawyer? ¿Ana de las Tejas Verdes? ¿Quién lleva hoy en día fruta a un colegio... y para otra persona!?? jajaja

¿Y os animáis a escribir una?

QB dijo...

Los chavales deberían leer a Henry Miller.